Aprovechando la visita de Bush a Oriente Medio, en la que ha reclamado una vez más el fin de la ocupación de los territorios palestinos iniciada con la guerra de 1967; he recordado que no todos los palestinos estarían de acuerdo con él. Ni los que viven en Israel, ni muchos de los que viven en los territorios ocupados.
A algunos miles de palestinos que viven desde hace años en la Jerusalem «ocupada» parece que no les entusiasma la idea manifestada por el primer ministro israelí, Ehud Olmert, acerca de transferir ciertas áreas de predominio árabe de Jerusalén Este a la Autoridad Nacional Palestina. Y son muy curiosas las declaraciones de algunos de ellos, que amenazan incluso con una intifada para defenderse de la anexión a sus «hermanos» palestinos.
Por ejemplo, el acalde de Ras Hamis, un barrio palestino situado en el extremo este de la ciudad, dice que no puede pensar en un peor destino para el y los habitantes del lugar, que ser entregados a las manos de la inefectiva y débil Autoridad Palestina. El señor Gheit declaró, mientras fumaba una pipa de agua y veía pasar la tarde mirando videos musicales libaneses: «Si hubiera un referéndum aquí, nadie votaría unirse a la Autoridad Palestina. No lo aceptaremos. Habrá otra intifada para defendernos nosotros mismos de la ANP».
Y este señor Gheit ha estado dos veces en cárceles israelíes y tiene colgados pósters del «mártir Sadam Husein» sobre la caja registradora de su tienda. Sería de suponer que acogiese con alegría que varias zonas de Jerusalem Este, entre las que se encuentra su barrio, pasasen al control de la Autoridad Palestina. Sin embargo, lo rechaza frontalmente.
De hecho, miles de residentes palestinos en Jerusalem Este, que aún no tenían la ciudadanía israelí, desde que Olmert hizo esas declaraciones, la han solicitado; según los datos del Ministerio israelí de Interior, la mayoría de las nuevas solicitudes fueron presentadas por residentes de barrios que quedarían eventualmente bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en caso de alcanzarse un acuerdo para la creación de un Estado palestino.
He recordado la solución que al conflicto existente en la franja de Gaza, desde que Israel se replegó, ofrecía un periodista árabe. Según él, habría sólo dos opciones que podrían terminar con la situación de enfrentamiento civil: alguien fuerte en la Franja de Gaza a quien no importe una confrontación con los clanes, o una ocupación israelí. Muchas personas en la Franja esperan que Israel la ocupe de nuevo, porque estos fenómenos de enfrentamientos civiles no eran frecuentes durante la ocupación israelí.
Es evidente que ningún medio de comunicación se hará eco de semejantes noticias. Pero el hecho es que, he recordado en éste sentido un artículo de Daniel Pipes. En él explica brevemente la situación de diferentes temas bajo la ocupación de Israel y bajo la Autoridad Palestina. Es muy indicativo en concreto el relativo a los derechos de las minorías: «Los cristianos y los musulmanes seculares en particular aprecian la protección de Israel en un momento en el que la política palestina ha cobrado cada vez más una forma islamista. Un palestino cristiano declaró que cuando exista el estado palestino, «la unión sagrada contra el enemigo sionista morirá. Será hora de ajustar cuentas. Experimentaremos lo mismo que nuestros hermanos libaneses o los coptos de Egipto. Me entristece decirlo, pero las leyes israelíes nos protegen».
En una encuesta de Keevoon Research, Strategy & Communications, del 26 de diciembre del pasado año; realizada a adultos árabes israelíes, a la pregunta «¿preferiría ser usted ciudadano de Israel o de un Estado palestino nuevo?», el 62% prefiere seguir siendo ciudadano israelí, y sólo el 14% desea ingresar en un Estado palestino futuro.
Otra encuesta, del periódico en árabe «As Sennara», a la pregunta «¿es usted partidario de transferir el Triángulo (una zona de predominio árabe en el norte de Israel) a la Autoridad Palestina?», el 78% se opone a la idea y tan sólo el 18% es partidario de ella.
Es decir, que las cuatro quintas partes de esos palestinos que conocen Israel de primera mano, no reniegan del teórico infierno en que viven; y, de hecho, nada quieren saber del paraíso palestino prometido. Pero, de esto, no tendremos noticias en España, y seguramente tampoco los asesores de Bush se darán por enterados.
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