Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarambla
-¡Ay de mi Alhama!
Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
Acababa de empezar la Guerra de Granada, que acabaría diez años después, un 2 de enero de 1492. Nada bueno se escribió de Boabdil «el chico», «el desdichado». Dicen que el rey moro besó unas grandes llaves que tenía en la mano y dijo a Fernando:
Toma, señor, las llaves de Granada; que yo y los que estamos dentro somos tuyos.
Mucho te quiere Dios; estas son las llaves del paraíso.
Cuentan que, camino de las Alpujarras, donde empezaría su exilio, lloraba amargamente. Al mismo tiempo, en la Puerta de la Justicia de la Alhambra, en un pequeño y modesto altarcillo, se rezaba la primera misa cristiana en Granada.
Sin embargo, por haberse tratado de una conquista no sangrienta, los musulmanes del Reino de Granada siguieron practicando su religión, y fueron conocidos como «mudéjares».
Se acababa de constituir España, y Granada entraba de un salto en el Renacimiento.
Aquí vinieron a enterrarse los Reyes Católicos, Juana «la loca», Felipe «el hermoso», su hijo el infante Don Juan o Gonzalo Fernández de Córdoba «el Gran Capitán». En la antigua madraza islámica se funda la Universidad. Se construye San Jerónimo, San Juan de Dios o el Monasterio de la Cartuja. Todos ellos obras de arte que, de estar en otra ciudad, habrían valido para hacerla famosa por sí solos.
Pudo haber sido en otro sitio, pero fue en Granada, ese mismo 1492 donde Cristobal Colón firmó el contrato con los Reyes Católicos, que lo llevaría al Nuevo Mundo.
No podemos olvidar la grandeza de Granada. Somos lo que somos por todos estos acontecimientos que han venido a ocurrir aquí. Por nuestra sangre corre la historia de Ibn al-Jatib, Muhammad V, Yusuf I, Samuel Ibn Nagrela, Ayala, Angel Barrios, Eugenia de Montijo, Lorca, Abén Humeya, el Gran Capitán, Don Diego Hurtado de Mendoza, Pedro Antonio de Alarcón, Mariana Pineda, Álvaro de Bazán o el gran Alonso Cano.
Todos motivos suficientes para cada 2 de enero, como desde hace 522 años, gritar un sonoro «¿Qué?» cuando nos digan «¡GRANADA!». Es importante que no olvidemos nuestras fiestas para no olvidar nuestra historia. Feliz día de la Toma de Granada.
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Me ha gustado muchísimo tu entrada. Yo también estoy muy orgullosa de nuestra historia, y espero que jamás la olvidemos.
Es una verdadera murga que cada 2 de enero salgan los rojelios a decir que «ellos no tienen nada que celebrar»…