Hace ya poco más de un año que la diagnosticaron de cáncer. Desde entonces la quimioterapia ha constituido un nuevo grupo social.
Aquello tiene una jerarquía perfectamente establecida. En lo más alto están los que llevan allí más años. Son inconfundibles. Saben moverse por allí como nadie. Cuando llegan a la quimio lo primero que hacen es abrirse la camisa. A lo «busco a Jack» (por si alguien recuerda el mítico anuncio). Y se sacan el reservorio (una vía en la subclavia) como quien enseña una medalla de guerra.
El otro día estábamos Schwan y yo en la cola. Intentad imaginaros a una mujer que se pone un impresionante traje de chaqueta y unos altísimos tacones para ir a la quimioterapia. Schwan estaba increíble. Siempre ha sido una mujer preciosa, y ahora no iba a dejar de serlo.
Había una señora, visiblemente preocupada en medio del pasillo. Cuando nos vio preguntandonos donde estaban las enfermeras nos dijo algo como:
– Están en esa habitación, sacándole médula a mi hija.
Normalmente cuando se diagnostica un nuevo caso de cáncer se hace una extracción de médula para ver el estadío. Sin duda, se trataba de una novata. Recuerdo como, al explicarle que a Schwan, en su día, le hicieron lo mismo, esa mujer semillorosa volvió los ojos completamente sorprendida y dijo: «¿A usted?» Llena de incredulidad.
Y es que, por más que los médicos le digan una y otra vez «con la quimioterapia es mejor que usted no lleve tacones»; ahí está Schwan. Sin ceder ni un ápice de su siempre indiscutible atractivo a una medicina que emborrona más que solventar nada.
Recuerdo que nos sentamos un tiempo en la sala de espera hasta que llegase nuestro turno. Allí hay unas pantallas de televisión donde van llamando a los pacientes a consulta o a la sala donde les dan la quimio. Os invito a que vayáis por allí, porque nos pasó algo realmente curioso. El informático que programó esos ordenadores cometió un error de cálculo. La frase «guarden silencio, por favor» queda incompleta, dando como resultado la frase «guarden silencio por» y el nombre del paciente.
Schwan y yo nos dimos cuenta de ese detalle. De ese toque lúgubre, nada menos que en la Unidad de Día donde va la gente a ponerse su quimioterapia. «Guarden silencio por…» y no pudimos más que estallar en carcajadas. Allí, en el silencio de la sala de espera…
Esa es la grandeza de Schwan. Por eso es la mujer a la que más admiro en este mundo. Y por eso no quería dejar de recordar hoy, el día de su cumpleaños, como es ella. La gran mujer que es, y como está siempre espléndida, en cualquier momento y en cualquier lugar. Supongo que hay muchas formas de llevar los reveses de la vida. Pero sin duda yo me quedo con esta: sonrisa y tacón alto.
Muchísimas felicidades, Schwan. Y que sean muchos, muchísimos más.