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Archive for the ‘Frikismos’ Category

La verdad es que, cuando leí esta noticia hace algunos días, me quedé perpleja. Estamos acostumbrados (o, al menos, yo lo estoy); a que los servicios de atención al cliente de muchas marcas comerciales sigan esa política de paños calientes que consiste en tratarte con condescendencia, pero sin ofrecerte ninguna solución para aquello que reclamas.

Se trata de Luka Apps, un niño de 7 años que vive en Highworth, Wiltshire en Reino Unido. Este chiquitín compró con todo el dinero ahorrado en Navidad, el set Ninjago de construcción de Lego. Pues bien, al poco tiempo perdió la figura de Jay ZX por llevarlos a un supermercado desoyendo los consejos de su padre. Su padre le aconsejó que escribiera a LEGO un email solicitando la figura perdida y reconociendo su responsabilidad en la pérdida. La respuesta ha sido una verdadera sorpresa tanto para su padre como para todos los que la hemos leído, gracias a que el padre de Luka, Simón Apps, decidió hacerla pública. En ella, LEGO le hace saber que no sólo le reemplazaría la figura en cuestión, sino que le enviarían nuevas piezas con la condición de cuidarlas y de hacer caso siempre a los consejos de su progenitor. Chapó por ellos.

Aquí transcribo el intercambio de email que ha hecho público el padre de Luka (perdón si se desliza algún gazapo en la traducción):

Hola, mi nombre es Luka y tengo 7 años. Con todo el dinero que conseguí por Navidad compre el kit Ninjago Ultrasonic Raider. El número es 9449. Es muy bueno. Mi papá me llevó a Sainsburys y me dijo que dejara en casa los muñecos, pero yo los llevé y perdí a Jay ZX en la tienda cuando se cayó de mi abrigo. Estoy realmente triste por haberlo perdido. Papá me dijo que les mandara un email para ver si podrían enviarme otro. Prometo no volver a llevarlo a la tienda de nuevo, si me lo envían. Gracias.

Y aquí la respuesta del servicio de atención al cliente de LEGO:

¡Gracias por enviarnos un email!

Lamentamos mucho que hayas perdido tu figura de Jay; parece que tu padre tenía razón cuando te dijo que la dejaras en casa. Y también parece que estás muy triste por la pérdida.

Normalmente deberíamos pedirte que compres una nueva figura si la has perdido y necesitas reemplazarla. Mis jefes me han dicho que no puedo enviarte una gratis por tu pérdida, pero he decidido hablar con Sensei Wu para ver si puede ayudarme.

Luka, le dije a Sensei Wu que haber perdido tu minifigura Jay fue simplemente un accidente que no volvería a suceder nunca más. Me dijo que te dijese: “Luka, tu padre parece un hombre sabio. Debes proteger tus minifiguras Ninjago como los dragones protegen las armas de Spinjitzu.” Sensei Wu también me ha dicho que estaba bien enviarte un nuevo Jay y que también sería bueno incluir algo extra para ti, porque alguien que ahorra todo su dinero de regalos de Navidad para comprar el Ultrasonic Raider debe ser un gran fan de Ninjago.

Así que espero que disfrutes de tu minifigura Jay, con todas sus armas. Tu serás el único en poseer una figura Jay que combina 3 en una. También te voy a enviar alguno de sus enemigos para que puedan luchar entre ellos.

Sólo debes recordar, como te dijo Sensei Wu, cuidar tus minifiguras como las armas de Spinjitzu. Y claro está, escucha siempre a tu padre.

En las próximas dos semanas recibirás un sobre de LEGO con tus nuevas minifiguras. Por favor  Luka, cuídalas. Recuerda que prometiste dejarlas siempre en casa

Feliz construcción,

Richard

Servicio de atención al cliente de LEGO

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Feos no, gracias.

Siempre he sido gran defensora del empirismo. Con lo cual esa afirmación no nace de la frivolidad o de las modas. Nace de un profundo estudio de prueba y error entre relación y relación.

Axioma: da igual la relación en la que estes. Siempre te hará sufrir. Sabido esto, tienes dos opciones. Salir con gente que es mucho mas guapa que tu o salir con gente que no lo es.

Teorema: Hace algun tiempo que vengo saliendo con gente de limitado atractivo. Salir con feos tiene el peligro de que una se confía. Entonces cometes el error: te enamoras. Y vives en ese engaño hasta que un buen dia te llama por teléfono y te dice «esto no hay por donde cogerlo». Ese mismo individuo que una semana antes te llamaba «la mujer de su vida» y que te iba a pedir matrimonio en cualquier descuido tuyo. Entonces te quedas teléfono en mano con cara de idiota preguntándote «¿por teléfono? ¿en serio? ¿ni siquiera vamos a quedar? Aunque solo sea para que tus michelines me digan «adiós» desde debajo de tu camiseta… » Eso considerando, claro, que no te dejan por mensaje de texto o WhatsApp, en cuyo caso, la evocación de su grasa abdominal se tornaría mucho menos pacifica.

Y es que cuando sales con un guapo la cosa cambia mucho. Pongamos que te deja. Como es razonable, quedas con tus amigas para hacerlas conocedoras de tu miseria. La conversación es mas o menos así:

– Guapo me ha dejado por teléfono.
– Bueno, eso que te llevas. Que te quiten lo bailao.
Sin embargo, no cuesta mucho imaginar una versión diferente de la misma situación. Pongamos que el sujeto de dudoso atractivo te deja. La situación no puede ser mas descorazonadora:
– Feo me ha dejado por teléfono.
Respuesta: ruido de grillos acompañado de expresivas caras de «pobre desgraciada».

Imaginemos, por ejemplo que sales con un guapo que te pone los cuernos. Normalmente el mundo asume que el que alguien llamativamente mas guapo que tu te ponga los cuernos es prácticamente el final predecible de vuestro romance. Es normal, es que tan guapo… Pero, ¿y si los cuernos te los pone un feo? A ver quien es la flamenca que vuelve a salir a la calle.

Corolario: Queremos belleza. Aspirar a alguien muy por encima de nuestras posibilidades. Labios gruesos que griten «bésame» desde la otra punta de la calle, cuerpos dorados al sol de nalgas esculpidas en mármol. Alguien tan indignantemente más atractivo que tu, que, al veros juntos, la gente se pregunte, invariablemente: «¿como es posible?». Y vivir esta cortisima vida de desengaños amorosos con la maravillosa filosofía del «que te quiten lo bailao».

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Por fin hemos acabado esa fatídica época de exámenes. Esa que, prácticamente, nos roba un par de meses de nuestras vidas. Ahora somos libres… ¿o no?

Esta mañana y sin despertador, me he levantado a las 7 de la mañana. Creo que mi cerebro intentaba decirme algo. Supongo que lo mejor que podía hacer era vestirme e ir a la biblioteca a devolver un par de libros. Así que, sin exámenes, y sin obligaciones, voy y me dirijo a la biblioteca. Creo que mi cerebro seguía intentando decirme algo.

Y es que no se puede negar. Es un cambio muy brusco para un cerebro común y corriente el pasar de exámenes a «vida normal». Porque en exámenes tu concepción del mundo varía totalmente. El otro día, sin ir más lejos, fuimos al Mercadona frente a la facultad para comprar algo de Burn (bueno, más bien una marca genérica del producto que podamos pagar con el poder adquisitivo estudiantil). Y en el momento de llegar a la caja, vemos la cola. Comentario:

– Yo creo que esta cola es, como mínimo, de setenta carillas de patología.

Así, sin anestesia y sin nada. ¡El tiempo pasa a medirse en carillas de folios de apuntes! Superada la cola, que posiblemente nos tomó más de noventa carillas, regresamos a la biblioteca. Lo cierto es que, siendo como era después de comer, lo normal era que nos apeteciese una siesta. Uno de esos hábitos que no practicas en todo el curso y que nunca has echado de menos… hasta que han empezado los exámenes. Sin embargo, haces de tripas corazón, y regresas a tu sitio en la biblioteca.

Porque has tenido que despertarte a las 7 de la mañana para poder dejar tus apuntes en la mesa. Reclamando, cual Edmund Hillary al subir por primera vez al Everest: «Cuidadito, que yo llegué primero». No he hecho los cálculos exactos, pero la proporción estudiantes de la Universidad de Granada frente a sitios en la biblioteca, debe rondar el 1000:1 aprox.

Total, que estoicamente sentada, recién comida, a las tres de la tarde y sin siesta, decides abrir tu Burn (genérico). Sin embargo, cuando rondas el último examen, tu organismo ha generado tal tolerancia a la cafeína + taurina, que cuando te acabas los tristes 20 cl de lata, descubres que estás exactamente igual: añorando una siesta. Y es que, hay que rendirse a la evidencia: después de dos meses, tu cerebro ve el Burn y se ríe. Algo completamente opuesto ocurre con el alcohol. Has perdido toda resistencia. Después de dos meses sin probar la cerveza, la más inocente caña te hace tambalearte por las esquinas, como si hubieses ido a la fiesta más salvaje de la ciudad.

Así que, ya veis. Ahora que hemos acabado la época de exámenes nos queda uno de los retos más complejos: volver a tener una «vida normal».

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Seguro que todos conocemos la serie de televisión Futurama. Yo, en concreto, me confieso fiel seguidora. ¿Sabíais que sus guionistas son matemáticos y físicos titulados? Por ejemplo, ¿nunca os habéis preguntado por qué Bender «Doblador Rodríguez» dobla las vigas de esa forma y no de otra? Los guionistas se fijaron en ese detalle y efectivamente, ¡también lo pensaron!

Supongo que los que seguís la serie recordáis el capítulo en el que Bender se levanta sonámbulo y se dedica a doblar todas las cosas que va encontrando por la oficina.

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La biblioteca Biosanitaria es una de las más populares de Granada. Yo suelo pasearme por allí los fines de semana y hoy no iba a ser de otra manera. Me levanté temprano. A las 9 de la mañana tuve que hacer una cola de más de media hora para poder entrar. La gente se agolpaba en la puerta de la biblioteca y yo no paraba de recordar la página de Facebook que reza: «Señoras que hacen más cola para entrar en la biosanitaria que para entrar en la Mae West». Real, como la vida misma.

Me puse mis tapones de oídos para poder estudiar endocrino y unas cuantas hormonas tranquilamente. Un par de horillas de estudio después estaba alcanzando mi punto álgido de concentración. Venga a pasar páginas y páginas de apuntes. Y en medio del profundo orgullo de estar asimilando con cierta fluidez levanto la cabeza. Por la puerta entraban ¡dos agentes de policía! Me quedé observando la escena «ya vienen a echar a alguien que la está liando» pensé. Error. De repente el señor agente comenta: «abandonen la biblioteca ordenadamente».

Y se desató el caos. Lo de «ordenadamente» era un decir. A mi alrededor una muchacha recogía sus apuntes histéricamente, mientras otra chica enfrente comentaba «seguro que esto es un simulacro, yo dejo aquí mis apuntes» Eso, no vaya a ser que te quiten el sitio, que ya se sabe que quien tiene sitio en la biosanitaria un sábado por la mañana, tiene un tesoro.

Vamos, que en medio de ese intercambio de opiniones, yo que soy un poco cobarde, recogí todos mis bienes y no dejé ni un mísero folio a sucio para conservar mi sitio. Pensé «ya se puede estar quemando el edificio que yo mis apuntes de endocrino los salvo».

Cuando salíamos por la puerta, yo abrazada a mi carpeta como si me fuera la vida en ello, nos paramos frente a uno de los policías:

– ¿Por qué nos estáis echando?
– Hay una amenaza de bomba.

Esa fue toda la información que fui capaz de reunir mientras andaba calle abajo, llamando por teléfono para dar la exclusiva noticia matinal. Varios coches de policía con la sirena puesta subían la calle a mi lado, rumbo a la biosanitaria.

Sí, sin duda, lo que no pase en esa biblioteca no pasa en ningún sitio. ¿Y a vosotros? ¿Alguna vez os han amenazado de bomba mientras estudiabais cómodamente en una biblioteca?

Actualización: La explicación: Un falso aviso de bomba en Granada como venganza.

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Cuando extraemos las células del cuerpo humano y las ponemos en un cultivo celular, se debilitan y mueren rápidamente. Normalmente no llegan a superar las 50 divisiones. Sin una estructura de apoyo: un corazón, sangre que circule, o un sistema digestivo, las células no logran sobrevivir. Hay, sin embargo, un ser humano que es biológicamente inmortal, y se llama Henrietta Lacks.

Pero… ¿por qué? ¿qué hacía especiales a las células de Henrietta Lacks? Sabemos que, mecánicamente, las células HeLa pueden sobrevivir porque no tienen un enzima que degenera los extremos de sus cromosomas. Con esa enzimaa las células no sólo no envejecen, es que, incluso, no mueren. Pero ¿por qué sus células no mueren y todas las demás sí? Es todavía un misterio.

En pequeños tubos metidos en recipientes de espuma, con las instrucciones de cuidado y de alimentación, envíos de las células de Henrietta salen de los laboratorios de Gey a colegas de todo el mundo. A Minnesota, a Nueva York, a Chile, a Rusia… La lista es interminable. Los investigadores se maravillan ante las dotes de HeLa para crecer. Y aunque Henrietta nunca viajó más allá de Baltimore, sus células llenaban en los tubos de ensayo desde Estados Unidos a Japón y se propagan en una nave espacial muy por encima de la Tierra.

A día de hoy, las células HeLa (combinación de las dos primeras letras de «Henrietta» y «Lacks») son una piedra angular de la medicina moderna. Se han usado en cientos y miles de estudios. Se emplearon para probar la vacuna contra la polio, de manera que pudiera ser aprobada para su uso en personas. Viajaron en misiones espaciales para poder ver lo que sucedería a las células humanas en gravedad cero. Fueron las primeras células en ser clonadas. Se han utilizado para crear algunos de nuestros fármacos contra el cáncer… A los 25 años de la muerte de Henrietta, sus células todavía viven. Hoy, existen tantas de ellas, que si se amontonasen, llegarían a pesar 50 millones de toneladas. Eso es, 150 edificios Empire State.

Tomó tres décadas que Gey tuviera éxito en crear una línea de células humanas. Sin embargo, después, se convirtió en un cultivo de células increíblemente fácil. Los investigadores cultivaron muestras de tejido de su propio cuerpo y los cuerpos de sus familias y los pacientes. La mayoría de los cultivos crecieron con éxito. Aparecían problemas durante las primeras semanas o meses, pero luego, de repente, florecían. Las muestras se desarrollaban en líneas de células sanas en toda regla, sospechosamente, con la fuerza de la célula HeLa.

En 1974, un investigador con el nombre de Walter Nelson-Rees comenzó lo que todos llamaban un rumor desagradable: las células HeLa, según él, se habían infiltrado en los cultivos celulares de todo el mundo. Nadie quería creerlo. Durante casi tres décadas los investigadores habían hecho experimentos complejos en lo que ellos pensaban que eran células de un seno, células de la próstata, o células de la placenta, y de repente, se rumoreaba que habían estado trabajando con células HeLa todo el tiempo. Creer esto sería creer que los años de trabajo y millones de dólares, habían sido en vano.

Poco antes de su muerte, Walter Nelson-Rees, que dedicó su carrera a contener la propagación de las células HeLa, se sentó en una silla pequeña frente a una cámara de televisión. Se inclinó hacia adelante, alzó los brazos, y le dijo: «HeLa vivirá para siempre.» Y luego hizo una pausa, mirando con nostalgia hacia adelante. Desde todas partes, con las uñas recién pintadas y rulos en el pelo, nos observa, la mujer inmortal.

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Día 1 de febrero de 1951. Al amparo de un árbol solitario, David Lacks miraba por la ventanilla de su coche aparcado. Observaba caer la lluvia junto a sus cinco hijos. Tres de ellos aún estaban en pañales. Estaba sentado fuera del Hopkins Hospital, en espera de Henrietta, quien, unos días antes, había encontrado sangre manchando su ropa interior. Ahora, Howard Jones, un médico del Hopkins, acababa de encontrar un tumor de tonos berenjena brillantes en el cuello del útero de Henrietta. Tocó su superficie, sorprendido por su textura flexible, y Henrietta comenzó a sangrar. Jones cortó cuidadosamente una sección de su tumor, lo envió al laboratorio para el diagnóstico, y recomendó a Henrietta que se fuera a casa con su familia. Luego llegó la noticia: el tumor era maligno.

Henrietta regresó al Hopkins Hospital ocho días después. Mientras David y los niños esperaban bajo el árbol, los médicos radiaban su cuello de útero, en un intento de matar el cáncer. Pero antes de aplicar el primer tratamiento, un joven residente tomó una muestra más. Éste fue a George Gey, jefe de la investigación de cultivo de tejidos en el Hopkins Hospital. Él estaba buscando una herramienta para el estudio del cáncer: una línea de células humanas que viviera indefinidamente fuera del cuerpo. Si lo lograban, podrían observar y probar las células de forma que nunca se podría en los seres humanos.

Con el tiempo, podría descubrir la cura para el cáncer. Estaba seguro de ello. Después de dos décadas de fracaso en los intentos de su laboratorio, Gey vuelca su atención en las células del cuello uterino, quería todas las células cancerosas que pudieran conseguir. El día que Gey puso sus manos sobre las células de Henrietta, todo cambió. Para el propio Gey, para los Lacks, y, finalmente, para la medicina.

Las células de Henrietta se estaban multiplicando como nunca nadie había visto jamás. Invadiendo los lados de los tubos de ensayo, y consumiendo el medio que las rodea. En sólo 24 horas, las células del tubo de ensayo habían ¡duplicado su número! Pero las células del tumor de Henrietta tomaban posesión de su cuerpo tan rápidamente como de los tubos de ensayo. En cuestión de meses, diversos tumores aparecieron en casi todos sus órganos. Henrietta gimió desde su cama, rogando al Señor su ayuda. El día de su muerte, un 4 de octubre 1951, George Gey apareció en la televisión nacional con un vial de células de Henrietta. Las llamó células HeLa. Miró a la cámara de televisión, y dijo: «… iniciamos una senda de investigación en la que el cáncer puede ser totalmente eliminado.» Gey presentó a la nación sus esperanzas de curación del cáncer mientras que el cuerpo de Henrietta estaba en la morgue del Hopkins Hospital. Las uñas de sus pies brillaban con una nueva capa de esmalte color rojo. Y su familia no sabía nada de las células.

Al tiempo que un tren transportaba el ataúd de Henrietta hacia Virginia, sus células sorprendían a Gey con su fuerza. Se enterró a Henrietta en una tumba sin nombre frente al campo de tabaco de su familia, detrás de la casa donde nació su madre. Por ese terreno, paseaba libremente el ganado, borrando, con sus huellas el recuerdo de Henrietta. Sin embargo, la historia de esta mujer, acababa de empezar…

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Hace un par de días, me pesé. Es lo típico, que vas a entrar en la ducha y tu propia imagen te detiene. «¡Menudo culo se me está poniendo!» piensas. Entonces sacas la báscula. Inicias el largo proceso de pesado. Comprobar que el vector «fuerza normal» coincide con el vector «fuerza peso» en dirección, (que no en sentido…) Luego, eliminar cualquier complemento accesorio. Poner los pies en el centro de masa exacto de la báscula… Todo para que el dichoso aparatito no contabilice un gramo de más, y… ¡zás!

Cuando vi aquellos tres números en la báscula, creo que sufrí la mayor dilatación pupilar de toda mi vida. ¡¿Cómo es posible?! ¡Si estoy hecha una foca! ¡Acabo de rebasar mi límite superior de peso! ¡y con Navidad aquí al lado! ¡Esto hay que solucionarlo, pero ya! Empiezo a mirarme a mí misma como un marranillo, que empiezan a cebar para su San Martín.

Y la solución… pues la de siempre, iniciar ese maravilloso proceso que todos amamos tanto: un régimen.

El primer paso consiste en comprar galletas y cereales de alto contenido en fibra. Esos que cada vez que comes, te recuerdan a pienso animal. Limité mi desayuno a 100 calorías y emprendí mi subida a la facultad. Orgullosa de mí misma, por los tres kilómetros de subida, portátil a cuestas, andando, que me esperaban.

Entonces, es cuando los astros se alinean, para que Murphy y sus teorías cobren todo su sentido. Me cruzo con una pareja muy acaramelada. Ella le pregunta a él, a gritos: «¿quieres un croissant de esos, relleno de jamón york?»… ¡¡¡Mujer, no preguntes eso en alto!!! ¡Que algunos hemos desayunado 100 cutre-calorías!

Con todo el dolor de mi corazón, continúo el camino hasta clase. Con la mala suerte de que llego a la facultad con quince minutos de adelanto. ¿Qué hacer con todo ese tiempo? «Evita la tentación, no pises la cafetería… no pidas una deliciosa media de tomate y un café… piensa en tu propio culo…». Total, que al final, entro en clase sin comer. El estómago me ruge, pero imagino mis posaderas decreciendo…

Llego a casa. Muerta de hambre, esperando saltar sobre cualquier alimento en la mesa. Pero el universo ha vuelto a jugarme una mala pasada. Un imponente plato de guiso (comida que odio), me mira desde mi sitio en la mesa. Me lo como de mala gana, maldiciendo mi régimen. Imaginando un croissant de jamón york…

Abro el frigorífico. Creo que todo el cosmos se ríe en mi cara, Murphy ataca de nuevo: mi madre ha comprado chocolate relleno de Lacasitos. Llego a la conclusión de que es inútil resistirse. Ya haré régimen más adelante. Creo que la tableta no tardó más de diez segundos en unirse a la digestión del guiso. Ahora, mientras escribo esto, miles de glúcidos emprenden su viaje por mi sangre hasta su nuevo hogar: ácidos grasos en mi enorme culo.

Enlace recomendado: Oficialmente deprimida (primera parte)

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El efecto mariposa… esa teoría en virtud de la cual una mariposa aletea en Sydney y aparece un Tsunami al otro lado del mundo. Año 1968, John Draper encuenta un pequeño silbato que era distribuido como parte de una promoción del cereal Cap’n Crunch. Año 2009, enciendo mi ordenador iMac de Apple por la mañana, antes de ir a la facultad. Ambos sucesos están íntimamente relacionados.

A finales de los años 60, la telefonía comenzaba a evolucionar hacia lo que conocemos hoy. Era el momento de eliminar las operadoras humanas y sustituirlas por ordenadores de gran tamaño. Para conseguirlo, se empleó un sistema de sonidos. Una serie de tonos, que indicaban a la computadora hacia donde iba la llamada. Y aquí es donde aparece nuestro famoso John Draper, más conocido como «Capitán Crunch». Un silbato era distribuido en los pàquetes de cereales Cap’n Crunch. Ese silbato, emitía un tono a 2600 Hz. ¡La misma frecuencia que usaba la línea telefónica para indicar que estaba lista para realizar una llamada! Sí, esto permitía: la realización gratuita de llamadas telefónicas, solo con descolgar un auricular y tocar un silbato. Acababa de comenzar la era informática, aunque ni el propio Capitan Crunch lo supiera.

A la realización de llamadas gratis siguió la llamada «caja azul«. No era más que eso, una cajita electrónica con un teclado numérico, que el Capitán Crunch recogió de la basura del barrio (o eso cuenta él mismo). El caso es que mejoró el sistema del silbato. Consiguió asignar a cada número un pitido particular. De manera que descolgando el auricular y marcando el número con la caja azul, podía llamar a cualquier parte del mundo, sin hablar con operadora alguna ¡y gratuitamente!

En 1972, la historia de las cajas azules llega a la prensa. Draper es arrestado en 1972, acusado de fraude en contra de las compañías telefónicas. Pero alguien está muy intrigado con el artículo de las cajas azules. Alguien llamado: Steve Wozniak. Wozniak, o «Woz» comienza a construir cajas azules en su garage. En una ocasión, Woz llamó al Vaticano, se identificó como Henry Kissinger (imitando el acento alemán de Kissinger) y preguntó por el Papa. «Soy su asesor, en estos momentos no puede atenderle». Como realizaba la llamada desde Estados Unidos eran como las 4 de la mañana en el Vaticano. En 1976, basándose en la tecnología de las cajas azules, Woz contruye el primer ordenador personal de la historia: Apple 1. Una conocida frase de Woz que reza «Nunca te fíes de un ordenador que no puedes tirar por la ventana» aparece en el juego Civilization IV cuando los jugadores descubren la tecnología Informática.

El nacimiento y evolución de la electrónica resultan verdaderamente fascinantes. Algunas personas, nada más ver un ordenador lo conciben como una forma de expresión de sí mismos. Son artífices de la construcción del mundo que conocemos hoy. Eso es lo que me gusta de la vida: es tan inesperada como maravillosa. Sabido esto… ¿no se hace más y más creible la teoría del efecto mariposa?

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Como la mayoría de los que nos leéis sabréis, últimamente hemos tenido que pasearnos por terreno hospitalario más de lo que nos habría gustado. Pero lo cierto es que, a pesar de lo sumamente estresante de la experiencia, he aprendido un montón de medicina. Por fin he empezado a darme cuenta de la utilidad de perderse entre cientos de hojas de apuntes de anatomía.

Creo que, como estudiante de medicina, he sido la pesadilla de toda enfermera. Robaba el historial de mi abuela para empollármelo de principio a fin, me colaba en reanimación a destiempo, monitorizaba sus constantes… Vamos, que creo que, en medio de la adversidad, hay que saber buscar el lado bueno de las cosas. Y para mí, ese lado bueno ha sido que he aprendido más medicina en unos días, que en un año de libros y apuntes.

Pero, sin duda, mi intervención estrella tuvo lugar durante este puente. Había que quitarle a mi abuela los puntos de la herida de la operación. Y mi tío (su traumatólogo y hermano), me dijo las siguientes palabras: «ven conmigo, que le vas a quitar los puntos a tu abuela». Yo, que en ese momento hablaba por teléfono, no me lo creía, más bien pensaba que se trataba de una broma.

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