Este caso, que ahora explicaré, me ha recordado el nuestro de «Educación para la Ciudadanía», sólo que éste aún me parece más absurdo y más espeluznante. En la pequeña localidad alemana de Salzkotten, de unos 30.000 habitantes, la madre de cuatro hijos, de entre 10 y 16 años, ha sido condenada a 43 días de prisión por negarse a permitirles asistir a las clases de educación sexual. Si, si como lo leen. Los detalles del asunto los comentaré más adelante, pero hay algo que me horroriza especialmente como madre.
Irine Wiens, que es madre de doce hijos y de cuatro entre 10 y 16 años, está en la cárcel desde hace unos días. Nos lo cuenta Rosa Cuervas-Mons en el semanario Alba. Esta madre no pudo pagar los 200.000 euros de multa que le impuso la justicia alemana. Los hechos son los siguientes: los niños estudian en el colegio católico Liborius, pero el Gobierno alemán impone a todos los colegios unas clases de sexo (teóricas y prácticas), para niños de 9 a 16 años. Esta señora, junto con otros padres, atendiendo a su buen criterio, pidió asistir a esas clases. El resultado es que el contenido de esas clases, con enseñanzas basadas en charlas de promoción sexual con “contenidos prácticos”, y en el visionado obligatorio de una obra de teatro con diversas escenas de sexo explícito horrorizó a esta señora. Lógicamente, tomo la decisión más consecuente de acuerdo a su recto entender y su propia conciencia: retiró a sus hijos de semejantes clases. Declaró que “ni el contenido de la asignatura ni su planteamiento interactivo están de acuerdo con la visión de la sexualidad que en la familia queremos enseñar a nuestros hijos”.
Realmente creo que nuestra vieja Europa está sonada, está enferma de progresismo idiota. O, desgraciadamente lo tenemos inoculado en los genes y los conservadores europeos no saben respirar sin su dosis. Claro que en nuestra Europa gastada y enferma realmente ser conservador sólo consiste en conservar, sí. Lo malo de la derecha y lo peor de la izquierda. Sólo eso puede explicar que el Estado tenga que meter las narices en la educación moral y ética que los padres, en su buena fe, quieren que sus hijos aprendan y vivan. Y en esta sociedad de borregos, cuanto menos se te oiga mejor. Pero éste es sólo el caso más reciente. Antes que ella estuvieron entre rejas su marido, un padre de familia que cumplió condena en agosto y otra madre que pasó cuatro días en la cárcel. Les seguirá, la sentencia está dictada y sólo queda ejecutarla, otro matrimonio condenado a 21 días de cárcel para cada uno.
Roger Kiska, que lleva la defensa del caso de Irine Wiens en el recurso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo por parte de la fundación Alliance Defense Fund, especializada en la protección de la libertad de conciencia, alegará que “son los padres y no los gobiernos los responsables últimos de la educación de sus hijos”. “Encarcelar a los padres por ejercer un derecho universalmente aceptado es sencillamente impensable, la familia Wiens se acogerá a la Convención Europea de Derechos Humanos, que protege el derecho de los padres a transmitir a sus hijos la visión de la sexualidad que esté de acuerdo con sus creencias». Asociaciones de padres de 9 países se han sumado ya a una declaración de apoyo que califica de “inaceptable” la condena de esta madre alemana y que apela a la Declaración Universal de Derechos Humanos, el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, así como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Algo que parece sencillo y evidente, recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en su artículo 26.3, que dice “los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos” no tiene reflejo en la sociedad civil. La mayoría de los padres, aunque piensen lo mismo, no llegan hasta el final. Pero en este caso, Irine Wiens sí que llegó hasta el final. Y, en su convencimiento de que lo primero son sus hijos y su educación, fue a la cárcel. Y con ella allí seguramente sus hijos reciban una mejor y más consecuente educación.
Lástima de sociedad europea, que ha dejado de defender los derechos que le son propios, inhibiéndose en favor de un Estado (progresista- conservador o conservador-progresista), que entra en cada casa como elefante en cacharrería. Y la realidad es que, como dice Itxu Díaz, «lo llaman educación sexual porque no se atreven a decir la verdad. Si al menos fueran honrados, hablarían de clases de sexo». Qué nausea.
[…] Hazte Oir […]